sábado, 19 de marzo de 2016

Esta es mi vida normal

A veces tengo conversaciones conmigo misma, es como si pudiera dividirme y hacer que una parte de mi me escuche mientras la otra habla. Una vez leí que las personas que hacían esto podían mantenerse cuerdas en momentos de angustia. Me digo exactamente como me siento, soy la única persona que escucha hasta el más profundo de mis pensamientos, soy mi propia psicóloga. A veces también imagino que hablo de todo lo que siento con alguien externo, alguien que haya conocido previamente. A veces me encuentro hablando sola mientras me baño, o descanso, o cuando despierto a las tres de la mañana sin razón. Ayer ingresé nuevamente al hospital para empezar el proceso de preparación para el trasplante y tengo la ligera impresión de que durante este largo periodo (aproximadamente 45 días) en los que la mayoría del tiempo pasaré totalmente sola, tendré muchas más conversaciones así.
En algunos de mis publicaciones previas he estado diciendo que no puedo esperar a recuperar mi vida, que pronto todo esto terminará y volveré a ser alguien normal, pero luego de pensarlo bien y de hablar con uno de los hombres que considero uno de mis mejores amigos, me di cuenta que esta ha sido siempre mi vida. Que no hay una vida “normal” a la que regresar. Que una vez que me den el alta de este hospital, después de haber sobrevivido, continuaré la vida que hice a base de todo lo que aprendí en estos largos años llenos de dolor y felicidad. ¿Pero… qué aprendí? He aprendido a ser feliz en medio de las tormentas, he aprendido que no importa que tan fuerte golpee el viento en tu cara y te haga sentir que no te deja respirar, solo que hay que aguantar un poquito más, he aprendido, que, si cierras los ojos y sigues caminando hacia adelante, la tormenta eventualmente cesará. Que el dolor es temporal y que cada cosa que pasa en la vida es una fase de la cual aprender, que esta nos ayuda a conocernos más, a darnos cuenta de todo aquello que podemos lograr o de lo que no.  A pesar de estar en una habitación de hospital, dos de los tres meses que van de este año, me siento más viva que nunca. Siento que hay una puerta abierta en mi vida, que espero que cuando la cruce me convierta en una persona sana. Sé que será difícil, sé que la pasaré muy mal, sé que habrán infecciones y mucho dolor, pero también sé que soy una mujer fuerte y que podré resistir. Sé que lloraré y que me frustraré, sé que llegará un momento en el que querré gritar y rogar para que todo esto pare, pero sé que no servirá de nada porque una vez que empiece no hay vuelta atrás. De todos modos, no quiero ir vuelta atrás. He esperado tanto por este momento, el trasplante es la última carta que tengo para ganar y no la puedo desperdiciar.

Antes de terminar esta publicación quiero decir que desde pequeña he admirado a Frida Kahlo, no tanto por sus pinturas, pero por la manera artística de expresarse con palabras. Las cartas que le escribió a su esposo Diego Rivera desbordan sentimientos conflictivos, el amor y el odio encontrados en un solo corazón y ambos a causa de él. Siempre admiré la valentía con la que ella vivió, imponiendo sus ideas, imponiendo su actitud y personalidad en un tiempo en el que no se aceptaba ese tipo de cosas de las mujeres. Una parte de mí se siente identificada con ella, porque ambas hemos pasado por una etapa de nuestras vidas que estuvo llena de dolor y que nos hizo descubrir algo en lo que somos buenas, ella con sus pinturas y yo con la escritura. Ella dijo una vez “No reniego de mi naturaleza, no reniego de mis elecciones, de todos modos he sido una afortunada. Muchas veces en el dolor se encuentran los placeres más profundos, las verdades más complejas, la felicidad más certera. Tan absurdo y fugaz es nuestro paso por el mundo, que solo me deja tranquila el saber que he sido auténtica, que he logrado ser lo más parecido a mí misma que he podido.” Y eso es lo que trato, ser la persona más fiel a mí misma que puedo llegar a ser.