domingo, 21 de agosto de 2016

Daniela


Daniela fue (me duele tanto escribir esa palabra horrible: "fue", que asco, que fastidio, que dolor) mi segunda compañera de habitación en el tercer piso. Ella me enseñó a ser más fuerte, más positiva, a divertirme más. Ella era mi mamá del hospital. Una mamá tan divertida que hizo que mi estadía ahí no fuese un martirio. Jugábamos, molestábamos a los enfermeros, cantábamos canciones de Laura Pausini... estoy segura que todos los demás pacientes en el piso nos escuchaban y sabían que eramos nosotras. 

Daniela siempre cuidó de mi, cuando tuve fiebre refrescaba las toallas para ponerlas igual a como lo hacía mi mamá en las horas de visita, me ayudaba a cargar la bolsa donde estaba la bomba de infusión de la inmunoterapia porque yo no tenía las fuerzas para hacerlo... ella cuidaba de mi, siempre cuidó de mi y estoy segura que desde el cielo seguirá cuidando de mi. 

Cuando conocí a Daniela, yo estaba muy drogada (para calmar el dolor) y recuerdo que lo primero que le dije fue que ella era mi medicina ya que el dolor se había ido cuando ella había llegado. Desde ahí, a cada enfermero/a que entraba a la habitación le hacía escucharme decir que ella era mi medicina y lo era... lo es. Me llamaba marmottina porque dormía todo el tiempo debido a los antidolorificos. Me decía imbranata cuando hacía alguna tontería. Me enseñaba palabras en italiano, me corregía cuando las decía mal, hablábamos de hombres y de la vida. 
Es cierto, compartí con ella poco tiempo pero ¿cuánto tiempo necesitas para querer a una persona? Basta un segundo, basta una sonrisa, basta un acto de amor para que esa persona se vuelva especial para ti. En todo este tiempo mantuvimos contacto por teléfono, ella seguía luchando con sus ciclos de quimioterapia (en el tercer piso) y yo seguía con mi lucha en el cuarto piso (el de trasplante). Siempre nos enviábamos mensajes de texto para darnos apoyo mutuamente, cosas como: "Si tu stai bene, io sto bene" "Devi stare forte", "Vedrai che va tutto bene", "Bisogna essere fiduciosi e sorridere sempre", "ti voglio tanto bene e spero di abbracciarti presto", estos mensajes me mantenían fuerte porque sabía que ella estaba pendiente de mi aunque no pudiera verme.
Me duele tanto el corazón porque ella y yo teníamos muchos planes -"Ya saldremos a pasear por toda Roma cuando ambas estemos bien"; "Tienes que venir a mi casa para hacerte una verdadera lasagna"; "Las próximas vacaciones todos iremos a Ecuador"; "Cuando salgas haremos pijamadas". Esta es la segunda vez en mi vida que he llorado tanto por alguien que ha muerto, la primera por mi abuelito Abel y ahora por ella. Me prometí a mi misma que solo me daré un par de días para llorarla, pero de ahí en adelante la recordaré como la persona que fue y lo que trajo a mi vida. No voy a deprimirme, no puedo hacerlo, de todos modos ella no merece que al recordarla las personas se pongan tristes. Daniela era una fuerza de la naturaleza y estoy segura que todos aquellos que la conocieron tienen recuerdos hermosos de ella. Esta es mi manera de despedirme de ella porque no tuve la oportunidad de hacerlo, sé que ella seguirá en mi corazón por el resto de mi vida. Ti voglio tanto bene mamma Daniela.