Después de la muerte de Daniela y
Ricardo, desperté a la verdadera realidad de la vida. Ricardo era un muchacho
que conocí en el tercer piso al igual que mi Daniela, un día durante los
chequeos simplemente nos hablamos, él siempre estaba junto a su madre. Todos
aquí tratan de darte palabras de apoyo para que puedas continuar. Te entienden,
saben lo duro por lo que estas pasando porque ellos lo están viviendo contigo.
La última vez que vi a Ricardo, tal vez fue un mes antes de que me dieran de
alta en el hospital. Me dijo “¡Carolina! ¿Come stai?” y como me estaban
regresando a mi habitación en la silla de ruedas solo alcancé a decir
“¡Ricardo! Sto bene” y me lanzó un beso. Lo siguiente que supe de él por su
madre, con quien siempre nos encontrábamos en mis visitas al hospital, es que
estaba muy fuerte y decidido, que ella estaría con él todo el tiempo porque se
veía que es una madre amorosa que estaba dispuesta a luchar hasta el final para
que su hijo viviera toda la vida que tenía por vivir, pero no. Su cáncer fue
más fuerte que él y terminó apagando su sonrisa.
No sé si es una característica
buena o mala la mía, pero cada una de las veces que estuve al borde de la
muerte (cosa que me vine a dar cuenta en estos días) nunca pensé que moriría. En
mi cabeza, sí, estaba mal, pero era algo que los doctores solucionarían, algo
que suele suceder y que con la medicina me sacarían rápidamente. Sentía que solo
debería esperar unos días para que el dolor se fuera y me sintiera mejor… pero pudo
no ser así.
Cuando llegué a la habitación
número 5 del cuarto piso, me sentía fuerte, decidida, lista para enfrentar y
aguantar cualquier cosa que venga. Me dije a mi misma “Máximo serán unos dos
meses aquí… considerando alguna complicación por tantos años de tratamiento”;
había una bicicleta estática en la habitación, así que pensé en que cuando me
sintiera mejor empezaría a hacer ejercicio (jajaj que ilusa). No entiendo por
qué pensé que el trasplante sería algo parecido a un ciclo de quimioterapia de
los que he hecho antes: 1) Quimio 2) Valores bajos 3) Valores suben 4) Posible
infección 5) Listo. –-Bullshit- Ahora que estoy fuera del hospital y estoy
todavía luchando por solucionar uno de los efectos colaterales con el que quedé
después del trasplante (cistitis hemorrágica), me di cuenta que hacer este procedimiento
resulta distinto para cada paciente, no se puede predecir su reacción y cuanto
tiempo tardará en recuperarse.
Me hicieron el trasplante el 29
de marzo. Una semana después, empecé a sentir los estragos: vomitaba todo el
tiempo, no podía comer nada, la piel se oscureció como si me hubiese quemado, sentía
dolor en el estómago todo el tiempo, era horrible. Aun así, yo seguía
diciéndome: “Va a pasar, va a pasar. En un par de semanas esto va a pasar”. El
18 de abril (el cumpleaños de mi mamá) me dijeron que las células habían
empezado a salir y que tenía 100 maravillosos glóbulos blancos. Le escribí un
mensaje diciendo “Las células empezaron a salir, este es mi regalo. Feliz
cumpleaños mami”. Eso significaba que las células de mi hermana habían pegado.
Así, día a día iban aumentando y yo estaba realmente feliz. No me había dado
fiebre y yo estaba segura que una vez que llegaran a valores normales saldría
de esa habitación y todo habría acabado. -¡Bullshit!-
Una vez que los valores empezaban
a alcanzar parámetros aceptables, empezaron las verdaderas complicaciones. Mis
intestinos se paralizaron, no podía ir al baño. El dolor abdominal no cesaba
nunca. Empecé a dormir muy pocas horas en la noche debido al dolor. Como no podía
comer porque mi estómago no aguantaba nada dentro, me mantenían con
alimentación parenteral. Luego, un día
empecé a ver sangre en mi orina.
Antes de empezar con el
trasplante, los doctores me dijeron todas las posibles complicaciones durante
este procedimiento, además de que una vez que me instalé en la habitación me
entregaron un paquete de hojas con descripciones de todas las medicinas que
iban a utilizar en la semana de quimioterapias y los posibles efectos de cada
una de ellas. Yo empecé a leer, pero cuando llegué a la parte de “Puede
provocar cistitis, en este caso se coloca un catéter vesical” dejé de hacerlo.
No entiendo por qué tenía tanto miedo al catéter vesical si nunca me habían
puesto uno. Dejé los papeles en el cajón y decidí que no me atormentaría con
los “posibles” efectos porque tal vez no me pasaría a mí. -¡Bullshit!
Empecé a vivir con dolor en los
intestinos y en la vejiga. Me hacían lavado vesical (cistoclisis) y con cada
coagulo que salía sentía un dolor horrible. Mi vida se había convertido en
soportar dolor día y noche, sin embargo, continuaba diciéndome “Esto va a
pasar”. Constantemente le decía a Ana “Quiero que llegue el día en el que te
diga “¿Te acuerdas cuando el dolor era horrible?, que lámpara” pero pasaban las
semanas y el día no llegaba. Una noche mientras mi mamá me acompañaba, empecé a
sentir más dolor del que había sentido antes. No podía soportarlo, me quería
morir. Quería que de alguna manera parara, quería que apareciera un botón
mágico que acabara con mi vida porque no podía más. Estaba cansada, era
insoportable. El dolor era tanto que empecé a delirar, a llorar y a gritar. Recuerdo
que me golpeaba la cabeza y hablaba y hablaba “El dolor no pasa, el dolor no
pasa, mami el dolor no pasa, mami ¿por qué no pasa?” incluso hice una canción
con esa frase. Le rogaba a Giuseppe que me pusiera más antidoloríficos pero hay
reglas para la administración. Él seguía ahí conmigo esperando a que hagan
efecto. Yo lloraba y le decía “¿Dime por qué tengo que pasar por esto? Yo no le
he hecho nada malo a nadie, de verdad soy una buena persona.” Él tenía mi mano,
me la besaba, me besaba la frente y con lágrimas en los ojos me decía “No te
puedes rendir Carolina, no te puedes dejar morir, va a pasar, va a pasar, vas a
ver piccola.” Y pasó.
Una mañana, Giusseppe y Sabrina
entraron a mi habitación a cambiar las sábanas, aproveché para que me
desconectaran los sueros y la bolsa de la cistoclisis para asearme. Ana estaba
conmigo. Me levanté de la cama y de repente todo empezó a tornarse negro, me
senté rápidamente. En la silla sentí que perdía el control de mi cuerpo y lo
que puedo recordar es a Sabrina diciéndome “Carolina alza la cabeza, no mires
abajo, alza la cabeza”, me ayudaron a levantarme para meterme a la cama otra
vez, debí haberme desmayado un par de segundos porque todo se puso negro y
luego reaccioné. Tengo pocos recuerdos de esos días, entre lo poco que recuerdo
es haber sentido muchísimo dolor. Sentía dolor en la espalda y luego en el pecho.
Era demasiado para mí, sentía que no lo podía soportar, pero gracias a Dios y
los investigadores de la ciencia existe la morfina, bendita morfina jajaj. Me pusieron
una máscara de oxígeno que me apretaba la cara horrible, intentaba aflojarla
pero las enfermeras no me dejaban y tampoco me entendían cuando quería decirles
que me dolía, seguía demasiado drogada como para articular oraciones con
sentido y peor en italiano. Me había dado neumonía.
Hace unos días hablé con Ana de
lo que pasó durante los días en los que estaba bajo los efectos de la morfina,
ella dijo que me veía tan mal que pensó que moriría. Me contó que sostenía su
mano y le decía “Voy a salir de esto ¿verdad?, puedo hacerlo, puedo hacerlo.”
Me recuperé en 6 días. El 11 de agosto salí del hospital, aun no estoy
totalmente recuperada. Estoy débil, necesito ayuda para hacer muchas cosas,
pero tengo a mi mamá y a mi hermana que siempre están junto a mí. Ha sido duro,
ha sido la cosa más difícil de mi vida, pero pasará…acabará. Nunca tuve miedo a
sentir dolor, pero ahora tengo ataques de pánico cuando me empiezo a sentir
mal, tengo miedo todo el tiempo, quiero que acabe, quiero volver a ser una
persona normal e independiente. Sé que todo es un proceso, sé que prácticamente
fui reseteada y mi cuerpo debe tomarse un poco de tiempo para poder adaptarse a
los cambios y a recuperarse de todas las medicinas que me fueron administradas
y las que me siguen administrando. Sé que un día le diré a alguien “No puedo
creer que haya pasado por todo eso y que ahora sea solo un recuerdo, que
lámpara.” Y seré feliz otra vez.